viernes, 10 de julio de 2009

El cine, la soberanía y el GECU

Desde la gesta de independencia de Panamá, Estados Unidos influyó política y militarmente en su territorio. El aspecto político se remitía a una constante intervención sobre las determinaciones del estado panameño, y una fuerte presencia militar en la Zona del Canal, en donde se encontraban las bases del Comando Sur del ejército norteamericano. En 1959, una serie de marchas pacíficas, denominada Operación Soberanía, desembocó en un conflicto en el cual la policía militar, encargada de patrullar la Zona del Canal, destruyó una de las banderas panameñas de los manifestantes. El hecho culminó violentamente debido a la intervención de un destacamento militar estadounidense. Ese mismo año, luego del conflicto, el Presidente norteamericano Dwight Eisenhower, reconoció la soberanía titular de Panamá sobre la Zona, y ordenó izar la bandera panameña junto a la de Estados Unidos, en un gesto que intentaba aplacar los reclamos. Sin embargo ante la pasividad del gobierno y la rígida postura estadounidense, los conflictos continuaron y cinco años después el 7 de Enero de 1964, estudiantes norteamericanos del denominado Balboa High School, en lo que se cree un acto de provocación, omitieron el izamiento de la bandera panameña. Este hecho no pasó por alto entre los estudiantes del Colegio Nacional, plantel que se encontraba detrás del cercado que delimitaba por ese entonces el territorio panameño del que Estados Unidos había usurpado. La respuesta no se hizo esperar y el 9 de Enero, dos días después, doscientos estudiantes se apersonaron en la Zona del Canal, y solicitaron un permiso para izar la bandera panameña y entonar el himno nacional. La policía militar permitió ingresar solamente a cinco estudiantes en representación de la nutrida manifestación. La delegación izó la bandera pero al momento de cantar el himno comenzó a recibir agresiones por parte de los ciudadanos norteamericanos presentes, denominados zonians [oriundos de la Zona del Canal], que en un acto de arrogancia, arremetieron contra los estudiantes y destruyeron la bandera panameña. La noticia se propagó rápidamente por la ciudad, estudiantes y civiles se autoconvocaron en las calles donde se dieron duros enfrentamientos con la policía militar y el ejército estadounidense. Este hecho derivó en veintiún ciudadanos panameños muertos, alrededor de quinientos heridos y una simbólica bandera panameña izada en la cerca frente al Instituto Nacional. Este sacrificio los convirtió en mártires de una causa por la total soberanía, que estaba cobrando cada vez más fuerza y que le daría a los panameños ese sentido de identidad nacional extraviado tras décadas de sumisión.

Este ambiente fue propicio para la aparición en escena del Coronel Omar Torrijos, que derrocaría en 1968 al Presidente Arnulfo Arias Madrid. Torrijos estableció un triunvirato para gobernar y que significó el fin de los sesenta años de opresión oligárquica. La historia de Panamá entonces comenzó a escribirse por panameños, Torrijos estableció una nueva constitución en la que se proclamó líder máximo de la Revolución e implantó una dictadura popular y paternalista bajo un régimen militar nacionalista. Con estos objetivos como base, el gobierno de Torrijos inició un proceso transformador popular en busca de un orden social más equitativo, que intentó llevar a cabo con un fuerte fomento del deporte, la cultura, y con reformas en la educación y la agricultura.

En lo referido estrictamente al cine, dentro de estos cambios, se funda el Grupo Experimental de Cine Universitario (GECU), con un apoyo directo del General Torrijos, y bajo la dirección del reconocido poeta Pedro Rivera. El GECU, que fue ideado para brindar apoyo al nuevo régimen, sentó las bases para la creación y el desarrollo de la cinematografía propiamente nacional. La idea surgió luego de la Primera Semana de Cine Cubano, realizada en Panamá en julio de 1972, de allí que el GECU heredase como la mayoría del nuevo cine latinoamericano, un modelo de cine contestatario, que con pocos recursos intentaba delinear un lenguaje diferente del imperante en el cine de la época. Este cine se alinea entonces con los diferentes manifiestos presentes en América Latina que intentan romper con el dominio audiovisual, para proponer un cine crítico, realista y revolucionario. Su enfoque y sus recursos le otorgaron distintos nombres en toda América Latina, como: cine de la pobreza según Glauber Rocha, cine imperfecto para Julio García Espinosa, o tercer cine para Fernando Solanas y Cine Liberación. En este marco el GECU produce entre 1972 y 1977 de manera sistematizada y con apoyo del Estado, treinta documentales en formato de 16 mm, de los cuales quince son cortometrajes, catorce son mediometrajes y tan sólo una obra llega a la duración de largometraje.

Pedro Rivera, que para esa época ya era un reconocido poeta ganador del premio Ricardo Miró en 1969 con la obra Los pájaros regresan de la niebla, comienza como director del GECU, su prolífica obra en el cine, que lo llevaría a ser el cineasta con más realizaciones en la historia del cine panameño. Sus obras contribuyen con la lucha por la soberanía y contaban con la colaboración de Enoch Castillero, un fotógrafo de profesión con experiencia en la publicidad y los documentales, además de otros personajes, miembros fundadores del grupo como Luís Franco, Rafael Giraud, Ernesto y Reynaldo Holder, Anselmo Montovani y Fernando Martínez. El ya mencionado apoyo gubernamental se materializó con la entrega de diez mil dólares, dinero que utilizaron para la compra de dos cámaras Bolex (16mm), una moviola y una grabadora. Con la adquisición de este nuevo equipo, el GECU pudo estrenar su primer obra, un documental de cinco minutos titulado Canto a la patria que ahora nace (1972), de Pedro Rivera. El mismo fue realizado en 16 mm al igual que toda su posterior producción, y consistía en tomas de material de archivo filmado por Enoch Castillero de los sucesos del 9 de enero de 1964, fotos fijas, y la narración de un poema de su propia autoría. Su trama se basaba en la descolonización como una nueva etapa. Sin embargo los pocos recursos, la informalidad y la carencia de un laboratorio profesional le confieren a la imagen de este documental y del resto de la producción del GECU de esta época, manchas e imperfecciones características de la estética realista y del tercer mundo.

En esta ocasión no era solamente la cultura la que buscaba un camino hacia la soberanía total, y fue así que en 1973 el General Torrijos obtiene una resolución favorable de las Naciones Unidas con respecto al tema del canal interoceánico, en la que se disponía todo para una pronta recuperación. Este tema fue expuesto por Pedro Rivera y Enoch Castillero en el film Ahora ya no estamos solos (1973). Con 55 minutos de duración, el film hacía hincapié en la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en la cual se discutieron las políticas colonialistas de Estados Unidos en Panamá. El fallo a favor de Panamá daba una posible salida diplomática al conflicto. Continuando con la temática, en 1974 se produce otro film, Unidos o dominados (1974) de Gerardo Vallejos, el cual muestra el encuentro en Panamá de los presidentes de Venezuela, Colombia y Costa Rica con el General Omar Torrijos, en torno a acuerdos de interés común, y en donde los presidentes de los diferentes países testimonian a favor de la causa panameña. En el marco de otro encuentro internacional se realiza el film, Como si a Maceo, Lorenzo dieran un apretón de manos (1974) de Pedro Rivera, que recoge la visita de Torrijos a Cuba.

Incluso el GECU llegó a destinar producciones como forma de solidarizarse en la lucha de otros países, como es el caso de ¡Viva Chile, Mierda! (1973) de Pedro Rivera y José de Jesús Martínez, el último también poeta y allegado del General Torrijos. El film de 22 minutos, rinde homenaje al presidente derrocado, Salvador Allende, al cantautor Víctor Jara y al poeta Pablo Neruda, y comprende un testimonio de la solidaridad del pueblo panameño con la causa chilena. También Pedro Rivera realiza Belice vencerá (1970), donde muestra su apoyo a la causa de Belice que buscaba independizarse de la corona británica manteniendo su autonomía frente a las aspiraciones Guatemaltecas de recuperación de las costas caribeñas. En un plano similar se encuentra, ¡Aquí hay coraje! (1980) de Pedro Rivera, que testimonia la visita del General Torrijos a Nicaragua, y el agradecimiento que la revolución sandinista le realiza a Torrijos por su apoyo estratégico durante la lucha.

El GECU, siempre en relación a la recuperación del canal interoceánico, abordó también el tema de la expresión musical, el arte más homogéneo del país con el film, La canción de nosotros (1976) de Luís Franco. Esta obra constituye un testimonio político y una experimentación en la búsqueda de un lenguaje cinematográfico acorde con las particularidades de la sociedad panameña de esa época. Franco se propone, en su obra de 20 minutos, narrar y reconstruir los conflictos a través de la música, lo que implica un cambio del lenguaje con respecto al resto del grupo. El film muestra la historia de un grupo de músicos de un barrio marginal cercano a la Zona del Canal, que traspasa el cercado perimetral del territorio ocupado, provocando su consecuente detención por parte de la policía militar. Con esta acción el director pretende mostrar una toma simbólica de la zona en cuestión, sin embargo mientras filmaban la secuencia, los realizadores y los actores que habían ingresado al área fueron detenidos por la policía militar estadounidense, esta detención fue tomada por Fernando Martínez que continuaba rodando y le confirió un al film un mayor peso como testimonio de la situación a la que los panameños se veían atados. La canción de nosotros obtuvo el premio Chaman de Oro, en el Primer Festival Internacional de San José, Costa Rica.

Al margen de las reformas en la educación durante el gobierno de Torrijos, el GECU también abordó el tema en Ligar el alfabeto a la tierra (1975) y María (1975) ambos documentales de Pedro Rivera. El primero, tiene una duración de treinta minutos y se desarrolla durante la campaña de alfabetización en regiones apartadas, e indaga en ciertas contradicciones presentes en la sociedad panameña, analizando e incluso sugiriendo el papel que debe tomar la educación en un país subdesarrollado e independiente. El segundo documental en el tema, Maria (1975), tiene una duración de cinco minutos, e ilustra brevemente las condiciones en las que aprenden los niños de una escuela en una comunidad campesina.

Como parte del proceso de transformación cultural y social de Torrijos, se llevó a cabo el proyecto Bayano, que buscaba ampliar la red eléctrica de todo el país. Esta obra que consistía en una represa hidroeléctrica y un lago artificial, significó la segunda obra de ingeniería de mayor importancia en el país, después del Canal de Panamá. El fin de esta empresa fue el tema de cuatro documentales realizados por el GECU entre 1974 y 1975, los cuales sirvieron para financiar otros proyectos del grupo. El primero titulado Aquí Bayano cambio: la quema (1974) de Pedro Rivera, es una síntesis de la primera etapa del proyecto Bayano, que conllevaba la tala, limpieza y quema de una selva virgen. Aquí Bayano cambio: la producción (1975) también de Pedro Rivera, tiene una duración de 55 minutos, y profundiza en el tema de la represa hidroeléctrica y el lago artificial. Bayano, prioridad uno (1975), de Gerardo Vallejo y Pedro Rivera, constituye el único largometraje realizado por el GECU, este documental reitera la importancia del proyecto Bayano en el contexto de la crisis mundial del petróleo. En este proyecto se dan a conocer diferentes reuniones de estado, en la misma medida que revela el esfuerzo y sacrificio de los trabajadores, las comunidades y la Guardia Nacional. Los documentales concluyen con Bayano ruge (1976), de Pedro Rivera, en el cual el tema central es la finalización de la obra, el cierre de las compuertas, y el análisis de la importancia del nexo entre la política y la economía.

La contribución del GECU a la producción cinematográfica en Panamá no se detuvo en la realización de las obras, ya que inclusive formó una red de cine clubes de 16 mm en donde se realizaban exhibiciones al alcance del pueblo en instituciones públicas, colegios secundarios, universidades, barrios populares de la ciudad, pueblos de interior y hasta en aldeas ubicadas en zonas de difícil acceso. También el GECU fue responsable de la edición de una revista propia llamada Formato 16, para el fomento y la educación en el tema audiovisual.

El 7 de Septiembre de 1977, el General Omar Torrijos Herrera firma los tratados Torrijos-Carter con Estados Unidos, en el cual se establece la devolución plena de la Zona del Canal Interoceánico a Panamá para el 31 de diciembre de 1999, este tratado implicaba un triunfo en la lucha panameña por la soberanía. A partir de la firma de los tratados, el GECU entró en una crisis ya que el propósito troncal se había obtenido. Paralelamente los laboratorios de revelado de Sosa Scope y Kodak, instalados en Panamá y utilizados en la región fueron cerrados. Luego, en un acto de honor, el General Torrijos decide replegarse en los cuarteles pero conservando el cargo de jefe de estado. Los civilistas que asumieron el poder gubernamental, no tenían ningún interés en que se siga desarrollando la propuesta cinematográfica del GECU, fue entonces que el grupo se refugió en la Universidad de Panamá, donde ha sobrevivido con una mínima producción, como afirma el mismo Pedro Rivera: ¨El GECU dejó de ser el grupo de contestatario, de guerra, porque tampoco aquí se está librando ninguna batalla.¨ (Rivera, 2001).

En la década de los setenta, también se destaca un documental aislado del resto, Historia de un soldado sin ejército (1977) dirigido por Sergio Cambefort, el cual trata de las vivencias de un personaje callejero llamado Frankie Thomas. Esta obra, filmada en 35mm y de 30 de duración, tiene un aire local en lo que respecta al lenguaje, y fue galardonado con el premio del jurado en el festival iberoamericano de Huelva.

El 31 de Julio de 1982, el General Omar Torrijos muere en un accidente de avión, hecho que corresponde a las intenciones norteamericanas que pretendían retomar el control político en Panamá, y que dejaba dudas con respecto a los recelos referidos a la pérdida del Canal de Panamá. Luego de la muerte del General Torrijos, haciende su sucesor inmediato, el Comandante Rubén Darío Paredes del Río, quien tras un controversial acuerdo, cede el poder al entonces Coronel Manuel Antonio Noriega, quien asume como comandante en jefe de la Guardia Nacional, el 12 de Agosto de 1983. Desde la Guardia Nacional, Noriega ejerce el poder a través de gobiernos títeres, escogidos a dedo, y bajo una política de acuerdo con los intereses del gobierno norteamericano. La dictadura de Noriega significó un giro de 180 grados en la ideología del estado, y en la lucha contra el asedio norteamericano. Su mandato estaba marcado por la proliferación del narcotráfico y el lavado de dinero, características que le otorgaron al país fama de paraíso fiscal. Así mismo, inició el desmembramiento de la estructura cultural y educativa nacional que había logrado consolidar el régimen de Omar Torrijos.

Los aspectos sociales y las determinaciones tomadas en dicho régimen, tanto las acertadas como las erróneas son de una mayor complejidad y exceden al presente trabajo. Cabe destacar que en el presente texto, se hace alusión al régimen de Omar Torrijos, únicamente en su aspecto cultural, y más específicamente en cuanto a la producción cinematográfica de dicho período. El legado audiovisual del GECU, se consagra como el cine contestatario y de acción, que surge como un frente más dentro de una lucha de mayores dimensiones, y en 1985, su fundador, Pedro Rivera pasa a ser parte de la empresa del Nuevo Cine Latinoamericano presidido por Gabriel García Márquez.


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